Decía
el historiador merideño Tulio Febres Cordero: “Si fábricas y talleres
hay allá entre las llamas inmensas del Sol, allá debió de ser fundida
esa máquina ardiente y poderosa, que lanza rayos como la nube, rayos que
no se apagan, sino que viven a través del tiempo y las generaciones,
alumbrando la tierra como lámparas inextinguibles, porque son los rayos
perdurables de la inteligencia.”[1]
Sin embargo, los “rayos perdurables de la inteligencia” que se
desprenden de la imprenta durante los años de la dominación colonial
peninsular en América, fueron utilizados como los más siniestros
instrumentos de represión y control social sobre los aborígenes del
Nuevo Mundo, sirviendo de arma para justificar la explotación, la
esclavitud y el exterminio. Creo que el texto con el que la Biblioteca
Nacional rememoraba, en el año ’92, el Encuentro de Dos Mundos es
sumamente emblemático en este sentido: “[...] la convivencia, forzada y
violenta, fue superando la impotencia expresiva de las palabras y de los
signos. La atracción de lo maravilloso y la repulsión hacia lo
desconocido, la exaltación y la humillación que atrajeron y sujetaron a
todos aquellos hombres, produjeron nuevas palabras; las que, por vez
primera, los comunicaron: las traducidas. Así como el mestizaje de los
cuerpos generó a los seres, la oposición y la coexistencia de palabras y
de fonemas generó la necesidad de transmitirlos y verterlos, y acabaron
por ser todos reinventados en la traducción y en la escritura. Y ello,
en una coyuntura del todo excepcional: se iniciaba un cambio
revolucionario para la historia de entonces. En efecto, todas esas
escrituras habrían podido circular, rápida y copiosamente, por todo el
mundo, porque se volverían libro, libro impreso.”[2]
El
proceso emancipador, marco en el que se establece tardíamente la
primera imprenta en Venezuela, debería ser analizado y comprendido no
sólo como un fenómeno bélico, sino como el resultado del reto de la
élite criolla para establecer - bajo su gobierno - un nuevo orden social
y una nueva distribución de la propiedad. En efecto, una vez agotado el
modelo colonial eurocéntrico, se hace patente la necesidad de adoptar
nuevas formas de relaciones sociales, políticas y económicas, que
significaran una ruptura definitiva con el esquema impuesto desde la
Metrópoli, que dicho sea de paso transitaba por una grave crisis que le
impedía, incluso retener el poder dentro de la misma Península.
Por
otra parte, el fraccionamiento ideológico y político, fruto de los
conflictos internos producidos dentro de los grupos sociales - tanto en
España como en Venezuela - aparentemente herméticos y relativamente
homogéneos, así como la pérdida de forma, injerencia y credibilidad de
las instituciones metropolitanas encargadas de controlar las posesiones
americanas, generan en el seno de la sociedad colonial la más profunda
urgencia de poner en marcha cambios estructurales radicales. Por lo
tanto, carece de sentido hablar de la Independencia como un evento
exclusivamente político o militar, en cuyo espacio quedara inalterable
la estructura social colonial, por el contrario, y a pesar de que
existan algunas interpretaciones según las cuales tan sólo se trató de
un cambio de individuos en el poder, los acontecimientos del proceso
entero - desde 1795 hasta 1830 – demuestran radicalmente lo contrario.
En
este ámbito, Francisco de Miranda juega un papel determinante. De él,
la imagen más conocida es la que se expone en la Galería de Arte
Nacional de Caracas, nacida del pincel de Arturo Michelena, y que lleva
por título: "Miranda en la Carraca", en donde se muestra un Miranda
taciturno, vencido, derribado por la adversidad, como lamentablemente ha
pasado a nuestra memoria colectiva, pero Miranda es mucho más que el
personaje inmortalizado en su tristeza y en su derrota por un artista
que nunca conoció a su modelo, es un intelectual, un político, un
pensador, un hombre que, además, se preocupó por llevar a su tierra de
origen - y de ponerlo al servicio de la libertad americana - uno de los
más importantes inventos de la humanidad: la imprenta.
Sin
lugar a dudas, son muchos los temas que vinculan a Francisco de Miranda
con la historia del libro de los siglos XVIII y XIX: sus lecturas de
los clásicos, su concepción de una biblioteca ilustrada, su conocimiento
de las bibliotecas europeas, las relaciones personales y políticas
tanto con escritores como con muchos otros de los personajes de gran
relevancia de la época, y podríamos seguir enumerando una larga lista de
temas en los que se hace evidente su universalidad como intelectual
creador e impulsor del libro y la lectura, pero por sobre todo, es
imprescindible destacar su importancia con relación a la historia de la
imprenta americana, y venezolana en particular, como instrumento
esencial para la circulación de las ideas de libertad, especialmente en
el ámbito caribeño.
Cronológicamente
es posible definir tres momentos relevantes de su vida, durante los
cuales la imprenta juega un papel significativo: El primero, está
relacionado con los años en los que se ocupa de la publicación y
difusión en el Caribe de la obra del Abate Viscardo, a fines del siglo
XVIII. El segundo, se refiere al intento de hacer llegar a Venezuela la
que hubiera sido la primera imprenta en el territorio de la provincia de
Venezuela, durante la expedición revolucionaria que llevara a cabo a
bordo del Leander en 1806, a la Vela de Coro. Y por último, el alcance
que habría de adquirir la libertad de imprenta en el proyecto
constitucional de 1811, durante su único y fallido gobierno.
I.- Publicación y difusión de la obra del Abate Juan Pablo Viscardo y Guzmán.
Nacido
en Pampacolca, Arequipa (Perú) en 1748 y muerto en Londrés en 1798, el
Abate Viscardo o el Abate Rossi, como se le conoció durante sus años
londinenses, fue uno de los jesuitas expulsos de América por orden de
Carlos III en 1767 - cuando apenas él y su hermano acaban de hacer los
primeros votos dentro de la orden - y quien, desde Europa, Italia e
Inglaterra particularmente, continuó la lucha independentista, que en el
campo de las ideas - las cuales pueden asociarse a las de J.J. Rousseau
y a las de Raynal[3] - ya había iniciado antes de su exilio.
Inglaterra,
desde fines del siglo XVIII, se había convertido en el punto neurálgico
donde confluían los americanos de ideas y aspiraciones
independentistas, en busca de respaldo económico y bélico para sus
planes revolucionarios. La pérdida de la Trinidad, en 1797, en manos de
los ingleses, significa para la corona española no sólo una considerable
disminución de su control político y comercial en el Caribe, sino, peor
aún, se corría el riesgo de una invasión desde la isla dirigida por
Miranda y apoyada ideológica, política, militar y económicamente por las
autoridades inglesas, especialmente por el gobernador coronel Thomas
Picton, lo que hubiera significado que la colonia entera cayera en manos
de la ‘pérfida Albión’. El temor a este peligro inminente es notorio en
la correspondencia oficial y reservada entre las autoridades
metropolitanas establecidas, tanto en las islas como en Tierra Firme. El
23 de agosto de 1803, Miguel Herrera, Gobernador de Margarita le
escribía al entonces Capitán General de Caracas, Manuel de Guevara y
Vasconcelos: “Señor Capitán General en cumplimiento de mi celo por el
servicio del Rey, y tranquilidad de sus posesiones estoy siempre velando
las noticias de las Islas, y en particular de la de Trinidad de donde
me dice un comisionado con fecha de 20 del corriente lo siguiente. Este
Gobierno piensa en hostilizar la Costa Firme, contribuyendo a su
levantamiento, para lo cual se espera a Miranda que ha echo el proyecto
remitiendo unos libritos de 30 hojas, en los que se habla en contra de
los Gobiernos, y propone el modo de terminarlos con otra porción de
cosas perversas, y de infernales ideas [...] También me asegura le ha
dicho un confidente mío, que no lo escribe por temor, hay orden del
Gobierno Inglés, para ir reuniendo, y dando protección a los prófugos de
las cárceles de toda la Costa Firme, y aquellos perseguidos que son los
que comunican las noticias que necesitan, y que uno de los más
estrechos cargos que se le hacen a Picton es el por qué no trabajó más
en la inquietud de estos habitantes para hacer a ellos felices, y por
conclusión dice sabe mucho, y que uno de los libritos me lo mandará,
pero que hay basto proyecto y que Miranda es el de él.”[4] Un librito de 30 hojas, sin duda la "Carta" de Viscardo.
Ante
la imposibilidad de regresar a América y ya cerca de la muerte,
Viscardo había entregado a Rufus King, Ministro de los Estados Unidos en
Londres, el fruto más preciado de su actividad política durante esos
años: sus manuscritos, los cuales recibió Miranda de manos de King. De
entre ellos elige el Precursor la "Lettre aux espagnols americains", la
cual se encargaría, con gran celo, de hacer imprimir y difundir por el
Caribe. La primera edición, en francés, la llevó a cabo en Londres, en
1799, con falso pie de imprenta “Philadelphie”. La edición en
castellano, traducida por el propio Miranda, de la "Carta derijida [sic]
a los españoles americanos" es también londinense (1801), ambas de la
imprenta de P. Boyle. La edición inglesa es mucho más tardía, data de
1808, y aparece incluida en el libro de William Burke titulado:
"Additional reasons for our immediately emancipating Spanish America".
La edición en francés fue poco difundida en América, y aparentemente,
sólo entre aquellos personajes que Miranda consideraba cultural y
políticamente capaces de entenderla. Envió inmediatamente cuatro
ejemplares a Pedro José Caro, en la isla de Trinidad, y otro a la
Martinica, para que les fueran entregados al gobernador Thomas Picton y a
su amigo Manuel Gual. También la remitió, probablemente, al general
Hamilton en los Estados Unidos; mientras tanto, el economista y
naturalista neogranadino Pedro Fermín de Vargas se encargaba de
difundirla en París.
Lo
cierto es que Miranda no llegó a conocer personalmente a Viscardo, a
pesar de haber coincidido con él en Inglaterra en uno de sus viajes,
como lo demuestra el informe dirigido por el traidor Pedro José Caro al
Ministro de Estado español, Mariano Luis de Urquijo desde Hamburgo, el
31 de mayo de 1800, a cerca de los “manejos” de Miranda. Dice Caro: “El
impreso adjunto es también pieza de consideración. Este jesuita residió
en Londres algunos años, solicitado y bien pagado (a la moda de
Inglaterra), estando no sólo en paz, sino en alianza con la España, y ni
a mi me indicaron conocer a semejante hombre, ni a Miranda a su arribo.
Tres semanas después de su muerte supimos de él, porque, habiendo
estado Miranda por la primera vez a visitar el embajador de los Estados
Unidos de América, éste le refirió que un jesuita, incumbido por el
mismo gobierno inglés de planear la emancipación de la Hispanoamérica,
disgustado ya de la conducta equívoca del gabinete sobre el particular,
ya inclinado a la libertad absoluta del continente de norte a sur, ya
declinando en deseos de conquista etc., había buscado su amistad (del
embajador) como por desahogo... que acababa de morir dejándole todos sus
papeles, libros y dinero etc. Uno de los manuscritos es éste que
Miranda hizo imprimir (no hay tal que fuese en Philadelphia), para
hacerlo circular en Europa, a fin de preparar una segunda edición:
algunos ejemplares llevó Vargas a París, otros le han ido a Gual, que
probablemente habrán pasado a Caracas.”[5]
Desde
su exilio caribeño, el capitán retirado Manuel Gual, uno de los
principales cabecillas, junto con José María España y Juan Bautista
Picornell, de la conspiración de La Guaira de 1797, establece vínculos
epistolares con Francisco de Miranda. La primera de las cartas de la que
se tenga noticia es la del 12 de julio de 1799, en la que Gual, en un
gesto de humildad, sabiduría y reconocimiento a la acción de Miranda, se
ofrece a colaborar con él y le pide que no ceje en su empresa: "Amigo
mío: Yo no escribiría a V. si me fuese posible pasar a verle. ¡Miranda!
Si por lo mal que le han pagado a V. los hombres: si por el amor a la
lectura y a una vida privada como enunciaba de V. un diario no ha
renunciado V. estos hermosos climas, y la gloria pura de ser el salvador
de su Patria; el Pueblo Americano no desea sino uno; venga V. a
serlo... ¡Miranda! Yo no tengo otra pasión que de ver realizada esta
hermosa obra, ni tendré otro honor que de ser un subalterno de V."[6]
Por
su parte, Miranda le envía a Gual un ejemplar en castellano de la
"Carta derijida [sic] a los americanos" para que la haga correr por las
islas, en respuesta, el guaireño glosa a Viscardo, y es probablemente
una de las primeras veces que aparece citada la "Carta" en el
epistolario de la época: “Los particulares, dice Viscardo, conquistaron este imperio para el despotismo, ellos lo conquistarán para la libertad”,
refiriéndose a los revolucionarios guaireños, quienes por su parte, con
el apoyo de ingleses, franceses, holandeses, daneses y suecos del
Caribe, se estaban organizando para regresar a Tierra Firme a continuar
la tarea iniciada en La Guaira, y continua Gual diciendo: “He leído con
un santo entusiasmo la carta de Viscardo; hay en ella bocados de una
hermosura, y de una energía originales.” [7]
Miranda, a su vez le responde a Gual: “[…] celebro haya llegado a sus
manos la mía del 4 de Octubre 1799, junto con el papel de Viscardo. Esta templanza y buen juicio es menester que adaptemos en nuestros asuntos si queremos tener amigos de afuera, y reunir entre nosotros mismos
el mayor número: además de que ¡todo lo que es muy exaltado quema, o
destruye con la violencia! No cortaremos el árbol (dice Usted)
podarémoslo; no derribaremos los Altares, mas dejaremos a la mano lenta
del tiempo la reforma, etc., muy bien, sigamos esta conducta prudente y
sabia, y no dude Usted que los resultados sean favorables y muy
ventajosos para todo el mundo.” [8]
Pero
también pasaron ejemplares de la obra a otros lugares de América, como
señala Miguel Battliori: “El escrito de Viscardo ha sido juzgado
contradictoriamente ya desde los tiempos inmediatos a su muerte:
Miranda, escribiendo a Gual, lo alababa por su ‘templanza y su buen
juicio’, mientras los severos inquisidores de México consideraban la
Carta ‘falsa, temeraria, impía y sediciosa’ [...] De lo que no puede
dudarse es que ha representado un papel en la historia de emancipación
americana, por obra de la propaganda mirandina sobre todo.”[9]
II.- Los orígenes de la imprenta en Venezuela y la imprenta mirandina del Leander.
En
1797, a raíz de haber sido descubierta la conspiración de La Guaira:
“[...] tomó la Audiencia entre otras precauciones, las de publicar la
pena de muerte contra cualquiera que sea convencido de la fijación de
semejantes papeles [...].”[10]
Tal medida, en lo inmediato, responde al hecho de haber sido
descubierto un pasquín sedicioso, pero más aún, dicha representación
también hace referencia a la falsificación de una Real Cédula, la
pregunta evidente: ¿dónde fueron impresos tales papeles? Podríamos dar,
al menos, dos posibles respuestas a esta cuestión: la primera, que hayan
sido impresos en la isla de Trinidad, y la segunda, en Tierra Firme en
una “imprenta de camino”.
Uno de los primeros indicios de la existencia de la imprenta en Venezuela, aparece en un informe de la Junta de Autoridades[11]
celebrado en Caracas en 1795, en el cual se hace referencia a cierto
papel encontrado en la ventana del Obispo en noviembre de ese año, el
cual sirvió de pista para comenzar a buscar por los alrededores una imprenta de camino,
en la cual suponía había sido impreso. Por su parte, Alejandro de
Humboldt afirma que: “Un francés, el Sr. Delpeche, entroncado con una de
las familias más respetables del país, la de los Montillas, tiene el
mérito de haber establecido por primera vez una hermosa imprenta en
Caracas. Espectáculo bastante extraordinario es, en los tiempos
modernos, ver cómo un establecimiento de este género, que ofrece el
mayor de los medios de comunicación entre los hombres, ha seguido y no
precedido a una revolución política.”[12]
Pero existe la sospecha de que Humboldt no hubiese sido testigo de tal
maravilla, y que la información la haya recibido del propio Delpeche en
su visita a Europa varios años después de la del propio Humboldt a
Venezuela. Por otra parte no se conocen impresos que puedan servir para
constatar tal afirmación. Tampoco se menciona la existencia de imprenta
alguna en Venezuela, en los documentos del alzamiento de La Guaira.
En
cuanto a la polémica según la cual se tiene noticia de haber sido
introducida la imprenta en Trinidad el año de 1789, en donde se edita el
"Courier de la Trinité Espagnole", lo cual la convertiría en la primera
imprenta venezolana, Grases afirma con cierto escepticismo que: “Con
todo, a pesar de haber existido con seguridad un taller de imprenta en
tierra venezolana, desde 1789 a 1797 con dependencia de Caracas, y luego
bajo dominio inglés, no creo que pueda aceptarse como la primera
imprenta del país, la de la isla de Trinidad, por cuanto que carece de
la trascendencia pública que lleva aparejada siempre la introducción del
arte de Gutenberg en cualquier sociedad.”[13]
Su establecimiento de por sí, es sin duda un logro capital para
cualquier sociedad, y por el contrario, no se puede medir su importancia
por el volumen de lectores, especialmente en una época de altísimos
niveles de analfabetismo, sino por los efectos políticos de sus
impresos.
Se
trata de un proceso ciertamente lento, rodeado de grandes
inconvenientes, particularmente políticos e ideológicos, durante el cual
Miranda intenta llevar la primera imprenta a Venezuela a bordo del
Leander en 1806, en su intento fallido de tomar la provincia de Coro. En
ella imprime, entre otros documentos, la proclama subversiva: "A los
pueblos y habitantes del Continente Américo-Colombiano", durante la
expedición a Jacmel entre febrero y marzo. Pero no pudo esta imprenta
llegar a Tierra Firme, quedando en Trinidad los implementos
tipográficos, que debieron ser puestos a la venta para sufragar parte de
los gastos de la expedición, de donde en 1808 fueron trasladados a
Caracas por Matthew Gallagher y James Lamb, con la protección del
gobierno colonial, a cargo del Capitán General Juan de Casas. José María
Restrepo explica “Habían llegado a Venezuela noticias exageradas de las
ventajas que los patriotas españoles consiguieron sobre los franceses
en los primeros años de su heroica revolución. Para circular estas
noticias y excitar por su medio el entusiasmo de los pueblos, el capitán
general Casas permitió el establecimiento de la primera imprenta que
hubo en Caracas, concurriendo el intendente don Juan de Arce y otros
empleados a remover los obstáculos y dificultades que algunas
autoridades superiores oponían.”[14]
Sea como fuere, la imprenta del Leander fue como su propietario:
Precursora; y en todo caso, se considera como el primer libro impreso en
Venezuela, el "Calendario Manual y Guía Universal de Forasteros en
Venezuela" para el año de 1810, impreso por Gallagher y Lamb en la
imprenta que Miranda les había vendido.
Paradójicamente,
durante poco más de un año, a partir del 24 de octubre de 1808, fue
utilizada como órgano del régimen español, en ella se imprime la "Gazeta
de Caracas", primer periódico publicado en territorio venezolano. A
partir de ese momento, esta imprenta sufrió sucesivos cambios de mano,
así como la propia "Gazeta", unas veces patriota, otras realista. En
este sentido, es de hacer notar la importancia del contenido temático,
político y filosófico, durante sus períodos patrióticos. En 1810,
publica en varias entregas el emblemático texto: "Derechos de la América
del Sur y México", escrito por el irlandés William Burke, a quien
Miranda había invitado a visitar Venezuela, y cuyas ideas están
asociadas a las de Tomas Paine, e incluso refiere R. Díaz Sánchez:
“[...] similares a las de Picornell, que sirvieron de meollo al
movimiento de Gual y España.”[15]
A
la imprenta de Gallagher y Lamb le sigue, desde 1810, año en que emigra
a Caracas, la del jacobino francés - haitiano por adopción - Juan
Baillío[16],
formando sociedad con Luis Delpech, la cual pasaría de ser la imprenta
oficial realista a la imprenta oficial republicana. El primer periódico
que sale de este taller es el "Semanario de Caracas", de circulación
dominical, cuyos fundadores y redactores fueron el licenciado Miguel
José Sanz y el médico José Domingo Díaz. Curiosamente, todos los
documentos del Congreso Constituyente de 1811, precisamente en el
gobierno de Miranda, se publican en la imprenta de Juan Baillío y no en
la de Gallagher y Lamb.
III.- La libertad de imprenta en el proyecto constitucional de 1811
Se
ha dicho, contrariamente a lo que se creía, que la imprenta fue
introducida en Venezuela como instrumento de difusión de los
acontecimientos que venían sucediéndose en la Península en su lucha
contra la invasión napoleónica, es decir en los primeros años del siglo
XIX. Ciertamente, y en buena medida, las ideas revolucionarias llegaban
precisamente desde la Metrópoli, tal es el caso el editorial de la
"Gazeta de Caracas" del 25 de febrero de 1810 (para esa fecha estaba en
poder de los realistas) que lleva por título: "La Ilustración y la
virtud que hacen las naciones libres e independientes", el cual,
obviamente no se refería a América, sino a lo que, en ese momento, los
peninsulares liberales entendían por nación y libertad:
las suyas. Este artículo recoge el siguiente comentario: “Jamás será
esclava la nación que quiera ser libre, porque quien quiere serlo
prefiere la muerte a la esclavitud”, y en el número del 16 de marzo
dejaba asentado que: “La fuerza moral de los Estados es la que los eleva
a la Independencia política con que se hacen temer de sus enemigos,
respetar de sus vecinos, y establecer con ellos unas relaciones cómodas,
útiles y permanentes”. Tales argumentos tenían para ellos una
justificación evidente: la lucha que venía produciéndose en España
contra la usurpación napoleónica, y en estas circunstancias era preciso
reafirmar que las colonias también eran España, y eran,
paradójicamente, perfectamente aplicables, en otro contexto, a los
ideales de independencia americanos. La magnitud de este asunto,
afortunadamente, no fue advertida a tiempo por los realistas.
Ante
los avances de Napoleón en España, la Junta Central se había trasladado
de Sevilla a Cádiz hasta llegar a su disolución, dando paso a la
formación del Consejo de Regencia. A la derrota fernandina seguía la
tendencia separatista de los criollos. El 18 de abril 1810 llegaron a
Caracas los emisarios del Consejo, justamente cuando mayor era la
agitación entre los mantuanos, quienes se unieron para convocar un
Cabildo extraordinario para el día siguiente, con la finalidad de tratar
sobre la delicada situación del momento. El alcalde José de las
Llamozas, reunió - sin el conocimiento, y por lo tanto, sin el
consentimiento del Capitán General Vicente Emparan - al Ayuntamiento,
muestra evidente de que Emparan había perdido el poder que ahora pasaría
a manos de los mantuanos. Instalado el Cabildo, propuso Llamozas la
creación de una junta presidida por el propio Emparan, mientras que
Martín Tovar exhortaba a desconocer al Consejo de Regencia
metropolitano. El resultado de los conflictos fue la destitución del
Capitán General y la creación de la Junta Conservadora de los Derechos
de Fernando VII, convertida en la “legítima depositaria” de los derechos
del pueblo venezolano. Ese mismo año, el Marqués del Toro es derrotado
en Valencia y Francisco de Miranda proclamado Teniente General de los
Ejércitos de Venezuela. La Junta Suprema decreta la creación de la
Sociedad Patriótica organizada por Juan Germán Roscio y Francisco Javier
Ustáriz. Por disposición de la Junta de Gobierno, la Regencia declara
rebeldes a los “súbditos” venezolanos. Fue así, como el periódico "El
Patriota Venezolano", sería concebido como órgano de esa Sociedad, del
cual fueron editados, que se sepa, siete números. La iniciativa para su
creación procedió de Vicente Salias y Antonio Muñoz Tebar, adoptando el
lema tomado del fabulista Fadro: Nisi utile est quod fascimus stulta est
gloria, en castellano: Si no es útil lo que realizamos, la gloria que
ello nos reporte es vana. Pero lo más importante es que este fue el
periódico del Congreso Constituyente de 1811, creado por resolución del
25 de junio de 1811, en el cual se publican los diarios de debate. En el
número 2 se reproduce el Acta de Independencia. Fueron publicados en
total 26 números, pero aparentemente sólo se conocen 22, fechado el
último el 28 de noviembre de 1811. Aparece, asimismo, como fascículo la
Constitución Federal. Vale la pena mencionar también el "Mercurio
Venezolano", dirigido por Francisco Isnardy, Secretario del Congreso
Constituyente, del cual se editaron tres números en enero, febrero y
marzo de 1811 respectivamente. Su lema: Vires adquirit eunde, es decir:
La fuerza se adquiere marchando.
Por
otra parte, también es cierto que la controversia historiográfica con
relación a las persistentes fórmulas de adhesión y fidelidad a Fernando
VII, ha puesto en tela de juicio la verdadera intención del movimiento
de abril de 1810, falseando la genuina intención de ruptura definitiva
con la Corona, con la ambigua justificación según la cual, la existencia
de la Junta Suprema centraba su legitimidad, en la ‘imperfección’ de un
estado como el que daba origen a la creación de dicha Junta, por lo que
sólo ella podía ser y era de hecho “depositaria legítima del poder”.
Ciertamente, en tales circunstancias era preciso establecer una
institucionalidad sólida, pero los intereses mantuanos sobre el destino
político de la que, hasta ese momento, era la Capitanía General de
Venezuela, estaban divididos. Miranda en sus notas sobre Caracas para
Richard Wellesley, Jr. escritas en Londres a fines de julio de 1810,
manifestaba su opinión en este sentido: “Los criollos que poseen por su
número y riquezas una influencia predominante sobre las otras clases,
están aprovechando con placer la oportunidad de emanciparse del orgullo y
de la codicia de los Gobernadores españoles y de obtener el poder, del
cual están celosamente excluidos con todo el riesgo y perjuicio de la
agricultura y del comercio.”[17]
Es evidente la tenacidad y regularidad con que la Junta, conformada por
los mismos que depusieron a Emparan, asienta en cada documento oficial
manifestaciones de obediencia y aun de simpatía hacia Fernando VII, así
como su deseo de que volviera a gobernar, restituyéndosele los derechos
usurpados por Napoleón.
Concluidas
las elecciones para la formación del Congreso Nacional y reunido por
primera vez en marzo de 1811, desaparece del panorama político la Junta
Conservadora de los Derechos de Fernando VII, para dar paso al nuevo
cuerpo colegiado. A pesar de que los representantes al Congreso rinden
juramento el 2 de marzo de 1811 - en cuya fórmula existe implícita la
construcción del Estado-, manifestando su voluntad y decisión de
combatir cualquier tipo de sometimiento que pretendiera impedir la
independencia absoluta, cuando la confederación de sus provincias la
juzgare conveniente. En la práctica, hubo quienes trataron de apegarse a
las instrucciones recibidas de sus electores; sin embargo, a excepción
de Manuel Vicente Maya, y digamos que por decisión unánime,
establecieron que el Congreso era soberano en cuanto a las decisiones
que en su seno se tomaran con relación a cual habría de ser la
Constitución más adecuada, lo cual significaba que en adelante, la
participación sería mayor, ya que permitía, en alguna medida, la
inclusión de grupos sociales los cuales, anteriormente y en particular
en el seno del Ayuntamiento de Caracas, no habían tenido ningún acceso a
las instituciones coloniales, tal es el caso de los pardos. Pero si
bien esto fue un logro importante, en lo sucesivo, los conflictos
adquirirán nuevos matices por causas como las señaladas más tarde por el
propio Bolívar: “El espíritu de partido decidía en todo, y por
consiguiente nos desorganizó más de lo que las circunstancias hicieron.
Nuestra división, y no las armas españolas, nos tornó a la esclavitud.” [18]
Lógicamente,
para llegar a establecer una Constitución que “federara” tan
contrastantes regiones, era imprescindible lograr primero la
independencia absoluta. Bolívar y Peña, con más audacia y lucidez, en
sus discursos desde la Sociedad Patriótica, presionaban al Congreso con
la intención de convencerlo de que sin independencia absoluta no habría
posibilidades de establecer ningún tipo de autonomía con respecto a la
corona y, por supuesto, mucho menos de las provincias entre si.
Precisamente, sería esta división de criterios la que habría de
propiciar la dictadura de Miranda, puesto que: “Al poco tiempo de
estampadas las firmas de nuestros notables repúblicos para refrendar la
independencia absoluta se producen los primeros alzamientos realistas.
Se envía al marqués del Toro a doblegarlos y es reiteradamente
derrotado. Sólo se le da el mando del ejército a Francisco de Miranda,
con el título de General en Jefe, el 19 de julio de 1811, ante la
negativa del aristócrata en cuestión de asumir la jefatura suprema de
una república acorralada. No cuenta don Sebastián Francisco de Miranda
con la confianza de la mayoría de los mantuanos que integran las altas
jerarquías gubernamentales”[19],
y es especialmente a tal incompatibilidad de intereses - cuyo símbolo
más evidente es la implantación de un sistema federal - a lo que Bolívar
atribuye la pérdida de la Primera República.
La
mayor contradicción en este sentido, esta relacionada con la notable
producción impresa que circulaba en todas las provincias, orientada
hacia la consecución de la Independencia, especialmente cuando el acceso
a la misma quedaba restringido a la élite lectora. Juzga Bolívar como
un desacierto político, el que la Junta hubiese fundado su política:
“[...] en los principios de humanidad mal entendida que no autorizan a
ningún Gobierno, para hacer por la fuerza libres a los pueblos estúpidos
que desconocen el valor de sus derechos.”[20]
Desconocimiento que no era otra cosa que el fruto de la ignorancia y
del temor hacia las enquistadas instituciones coloniales y al poder de
sus ministros.
Con
no pocos tropiezos y una vez instituida la República, en 1811, la
legislación sobre la libertad de imprenta se había convertido en una de
las principales preocupaciones de los tribunos del Congreso
Constituyente y por supuesto de Miranda. La Constitución Federal
promulgada ese año, en el Capítulo octavo: "Derechos del hombre que se
reconocerán y respetarán en toda la extensión del Estado". Sección
segunda: "Derechos del hombre en sociedad". Artículo 181, expresa: “Será
libre el derecho a manifestar los pensamientos por medios de la
imprenta; pero cualquiera que lo ejerza se hará responsable á las leyes,
si ataca, y perturba con sus opiniones la tranquilidad pública, el
dogma, la moral cristiana, la propiedad, honor, y estimación de algún
ciudadano.”[21]
Así pues, en concordancia con éste artículo, el Congreso Constituyente
establece la primera ley de imprenta republicana, encabezada con el
siguiente preámbulo: “Satisfecha la Sección Legislativa de Caracas de
que la Imprenta es el canal más seguro para comunicar a todos las luces,
y que la facultad individual de los ciudadanos de publicar libremente
sus pensamientos e ideas políticas es no sólo un freno de la
arbitrariedad de los que gobiernan, sino también un medio de ilustrar a
los pueblos en sus derechos y el único camino para llegar al
conocimiento de la verdadera opinión pública; ha venido en declarar el
libre uso de la Imprenta [...]”. [22]
Quedaba, pues, derogada, con esta novedosa ley, la vieja tradición
legislativa indiana, especialmente la censura de obras de carácter
político, como reza en el artículo segundo: “Por tanto, queda abolida
toda censura de las obras políticas precedente a su impresión y
derogadas las leyes que exigían previa licencia, especialmente la ley
1ª, título 24, libro 1º de la Recopilación de Indias, que disponía no se
imprimiese papel alguno que tratase de materias de estos dominios, sin
especial licencia del Consejo que llamaban de Indias.”[23]
Con miras a proteger la recién instaurada independencia, aún habría de
permanecer la prohibición tanto de: “[...] líbelos infamatorios, los
escritos calumniosos, los licenciosos y contrarios a la decencia pública
y buenas costumbres [...]”, así como de “[...] los escritos subversivos
del sistema adoptado y establecido en Venezuela, el cual consiste,
principalmente, en su libertad e independencia de cualquier otra
potencia o soberanía situada fuera de su territorio; y los autores o
impresores que los publicaren serán castigados con las penas
establecidas en derecho y en este reglamento.”[24]
El artículo 14 obligaba a solicitar la licencia expresa del gobierno,
para el establecimiento de la imprenta y el 17 advierte severas penas a
quien publicara escritos religiosos sin autorización eclesiástica. En el
capítulo I, artículo 18, proclama con respecto a la religión católica
que: “[...] su protección, conservación, pureza e inviolabilidad será
uno de los principales deberes de la representación nacional, la que no
permitirá jamás en todo el territorio de la Confederación ningún otro
culto público ni privado, ni doctrina contraria a la de Jesucristo”, y
como advierte Gil Fortoul: “En esto se aparta de su modelo
norteamericano, que prohíbe al Congreso (Enmiendas, art. I ) dictar
leyes que establezcan una religión o prohíban el libre ejercicio de
cualquiera.”[25]
En consecuencia, quedaban exceptuados los textos que “[...]
directamente trataren de materias de religión, en lo tocante al dogma o
disciplina fundamental, pues desde luego, quedan sujetos a la previa
censura de los ordinarios eclesiásticos, según lo establecido en el
concilio de Trento.” Dicha censura se haría conforme “[...] al espíritu
de la constitución Solicita et provida del Santísimo Padre Benedicto XIV y a lo que dicta la equidad.” [26] Se consolida así la religión de Estado.
Durante
ese mismo año, Bolívar, había adquirido su propia imprenta en
colaboración con don José Tovar (en la que luego habría de publicar el
"Correo del Orinoco" en Angostura), mientras Gallagher y Lamb
establecían en Valencia una prolongación de la que ya tenían en Caracas.
Con
la caída de la Primera República comienza una nueva etapa de acoso
ideológico, de ello dan cuenta las medidas que toma Monteverde, después
de la capitulación de Miranda, para perseguir todo impreso que hiciera
mención a la Independencia, en cuya misión contaba con el apoyo del
arzobispo Coll y Prat, quien poco después respaldaría a Bolívar. Al
respecto afirma Arístides Rojas que Monteverde: “Dueño de la misma
imprenta que había pertenecido a los patriotas, la pone en movimiento
para realzar su triunfo y denigrar a los vecinos, en tanto que por todas
partes se hace proclamar como legítimo salvador de los derechos de
Fernando.”[27]
Pablo Morillo seguiría sus pasos como recuerda José María Rojas: “Hable
por nosotros el General Morillo, jefe de la expedición que en 1815
salió de Cádiz contra Venezuela, compuesta de quince mil hombres, el
gran navío San Pedro, y sesenta y cinco buques de tripulación. Dos años
más tarde, Morillo había recorrido los territorios de Venezuela y Nueva
Granada, y convencido tal vez de su próxima y final derrota escribe á su
teniente el coronel Cerruti, Gobernador de Guayana, la siguiente carta
interceptada después de la batalla de San Félix: ‘Haga U. en esa lo que
yo he hecho en Nueva Granada; cortar la cabeza á todo el que sepa leer y
escribir, y así logrará la pacificación de América’. Era esta la
preocupación dominante entonces en la Península y no debemos extrañar
que su generalísimo la pusiese por obra.”[28]
A pesar de esto, se cree que el propio Morillo traía una imprenta, la
cual se da por perdida en el hundimiento del “San Pedro Alcántara”.
Bolívar, de regreso de la expedición a los Cayos, desembarca en Ocumare
de la Costa, el 6 de julio de 1816, trayendo consigo una prensa portátil
entregada en Haití por Alejandro Petión.
Es
indudable la significación política e ideológica que tuvo la imprenta
durante la Emancipación, como lo expresa Ramón Díaz Sánchez: “Cuando se
dirige la mirada a ese corto período de la historia venezolana se
advierte la importancia que tuvo la propaganda en aquellos
acontecimientos. Puede decirse que todo fue obra de ella. Una propaganda
intensiva y hábilmente dosificada, dirigida hacia dos planos distintos:
el popular, sobre el cual se volcó la artillería de la Sociedad
Patriótica, y el doctrinario, cuyos vehículos fueron los periódicos
caraqueños.”[29]
Pero lo más notable, es la presencia permanente de Miranda y su
influencia en el establecimiento de la imprenta como instrumento de
libertad.
[1] Febres Cordero, Tulio, Archivo de Historia y Variedades, tomo 2, p. 92.
[2] Filippi, Alberto, “América en la memoria escrita de su historia”. En: Agenda 1992 (Encuentro de Dos Mundos 1492-1992), p. 3.
[3] Battliori, Miguel, S.I., El Abate Viscardo (Historia y mito de la intervención de los jesuítas en la Independencia de Hispanoamérica), p. 147
[4]
AGI Estado 71. N. 6, Gobernador de Margarita sobre proyecto de ingleses
en Trinidad. Copia de carta reservada de Miguel Herrera, gobernador de
Margarita, a Manuel de Guevara Vasconcelos, transmitiéndole las noticias
que le ha enviado un comisionado de Trinidad sobre los proyectos de
Miranda para sublevar Tierra Firme, para lo que ha remitido unos
libritos en los que se habla en contra de los gobiernos. (Margarita, 23
agosto 1803), fols. 1r-1v
[5]
"Pedro José Caro revela al Ministro de Estado, Mariano Luis de Urquijo,
los manejos de Miranda, y da noticias sobre los escritos de Viscardo".
AGI, Estado, Caracas, leg. 4 (125/9), ahora en: Battliori, Miguel, S.I.,
El Abate Viscardo ..., Documento 77, pp. 295-296.
[6] AGI Estado 61. N. 24. Carta de Gual a Miranda, Puerto España, Trinidad, 12 de julio de 1799. Expediente
sobre conspiración denunciada por Pedro José Caro. Expediente reservado
sobre la conspiración para hacer independientes la colonias
hispano-americanas denunciada por Pedro José Caro, uno de los conjurados
de Miranda, fol. 1v.
[7] Idem.
[8] AGI Estado 61. N. 24. Carta de Miranda a Gual, Londres, 20 de abril de 1800. Expediente
sobre conspiración denunciada por Pedro José Caro. Expediente reservado
sobre la conspiración para hacer independientes la colonias
hispano-americanas denunciada por Pedro José Caro, uno de los conjurados
de Miranda, fol. 1r.
[9] Battliori, Miguel, S.I., El Abate Viscardo …, p. 147.
[10]
AGI Estado 59, N. 1. Audiencia de Caracas sobre la conjuración
descubierta. Representación nº 234 dirigida por la Real Audiencia de
Caracas al Consejo de Indias, relatando los sucesos de la conspiración
de La Guaira (Caracas, 16 agosto de 1798).
[11] García Ponce, Servando, La imprenta en la Historia de Venezuela, p.17.
[12] Humboldt, Alejandro de, Viaje a las regiones equinocciales, vol. 2, p. 335.
[13] Grases, Pedro, Historia de la Imprenta en Venezuela hasta el fin de la Primera República (1812), p. 43.
[14] Restrepo, José Manuel, Historia de la Revolución de Colombia, t. I, pág.552. citado en: Medina, José Toribio, La imprenta en Caracas (1808-1821) Notas Bibliográficas, pág. VI.
[15] Ramón Díaz Sánchez, La Independencia de Venezuela y sus perspectivas., pág. 90
[16] Véase: Verna, Paul, “Tras las huellas de Juan Baillío, el impresor de la Independencia.”
[18] Bolívar, Simón, “Memoria dirigida a los ciudadanos de la Nueva Granada por un Caraqueño”, en: Bolívar, Simón, Escritos políticos, pág. 53. Este documento también es conocido como el “Manifiesto de Cartagena”
[19] Ruíz Chataing, David, (prólogo), Miranda, la aventura de la libertad, pág. 15.
[20] Bolívar, Simón, Op. Cit., pág. 48
[21] Constitución Federal para los Estados de Venezuela...p. 31.
[22] Polanco Alcántara, Tomás, (comp.), Textos oficiales de la Primera República de Venezuela, vol. II, p. 121
[23] Idem.
[24] Idem.
[25] Gil Fortoul, José. Historia Constitucional de Venezuela, p. 257-258.
[26] Polanco Alcántara, Tomás, Ob. Cit., p. 122. Recuérdese la fecha del Concilio de Trento (1545-1563)
[28] Rojas, José María, (Ministro Plenipotenciario de Venezuela en España), Biblioteca de escritores venezolanos contemporáneos (ordenada con noticias biográficas, p. XI.
[29] Díaz Sánchez, Ramón, La Independencia de Venezuela y sus perspectivas, p. 88
Bibliografía
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